De padres y abuelos vinculados a la minería, la infancia de Teresa transcurre en "las casas de los ingenieros" de Mieres. Quiere estudiar Medicina pero sus abuelos se oponen por creer que esta carrera es inapropiada para una mujer. Parte entonces al sur de Francia, a casa de una tía, para estudiar Enfermería. Obtiene el título de enfermera en la Escuela de la Cruz Roja de Bayona el año 1911. En 1916 acompaña a su padre en un viaje de trabajo a Chile y regresa decidida a continuar con sus estudios. Obtiene el título de bachiller el año 1917, en Oviedo. El año siguiente lo pasa en París trabajando en el Hospital Militar Val de Grâce. Regresa a Oviedo, fallecen sus abuelos y sin su cortapisa se matricula el año 1921 en Medicina en el Hospital Clínico de San Carlos. Se licencia en Medicina y Cirugía el año 1926.
Realiza estudios de especialización en Puericultura con Enrique Suñer, de perfil muy controvertido. Este doctor publicará en 1937 el opúsculo Los intelectuales y la tragedia española que servirá a las autoridades franquistas para legitimar, a sus ojos, la represión a que también se vio sometida la comunidad científica, poniendo fin a la conocida como Edad de Plata de las Ciencias Españolas. A ella pertenecieron los doctores Gregorio Marañón, Teófilo Hernando y Heliodoro Téllez Plasencia (los tres exiliados a Francia), Wenceslao López Albo (exiliado a México), Gustavo Pittaluga (exiliado a Cuba) o Pío del Río Hortega y Juan Baustista González-Aguilar (exiliados ambos a Argentina), por poner solo algunos ejemplos del entorno de la Casa de Salud Valdecilla. Pero volvamos a Teresa: tras abandonar la tutela de Enrique Suñer, probablemente por discrepancias ideológicas, se marcha a Inglaterra, donde se embebe en los preceptos de Florence Nightingale, los más avanzados de la época, que hace suyos. A su regreso a España a finales de los años veinte emprende estudios de doctorado con el fisiólogo y político Juan Negrín, futuro presidente de la República. No sabemos si Teresa termina el doctorado o lo deja inconcluso. Es probable que no lo terminara. En 1929 la Casa de Salud Valdecilla la contrata como subdirectora de la Escuela de Enfermeras dirigida por Manuel Usandizaga Solaruce. Su contrato es como enfermera, no como médica.
La Escuela de Enfermeras de la Casa de Salud Valdecilla se planificó como una de las más avanzadas de España, pero el proyecto no acababa de cuajar. Es probable que fuera minado por la propia Marquesa de Pelayo, que, enfermo su tío, el Marqués de Valdecilla, era quien tenía a efectos prácticos la última palabra. Tan es así, que sin que transcurriera un año desde la inauguración oficial de la institución, aprovechando una reunión del patronato a la que no pudo asistir ni el marqués ni Wenceslao López Albo, primer Director Gerente, la marquesa puso a la Madre Superiora de las Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paul, Sor Bastos, al frente de la Escuela de Enfermeras y, en un movimiento aparentemente improvisado, también al frente de la gestión de la Casa de Salud Valdecilla, relegando a su Director Gerente a las funciones propias de un Director Médico, algo que este no acepta. Dimite y con él todo su equipo, incluida Teresa.
Teresa se marcha entonces a Oviedo, donde abre consulta privada junco con Matutina Rodríguez Álvarez y su marido, Antonio Martínez Torner. Matutina y Teresa habían sido compañeras de estudios en Madrid. Matutina era hermana del escritor Alejandro Casona, que en su obra de teatro Nuestra Natacha, publicada por primera vez en 1936, parece recoger las tribulaciones de Teresa en la Casa de Salud Valdecilla.
En abril de 1933 Teresa imparte la conferencia "Lo que puede y debe ser la enfermera" en la Escuela de Enfermeras del Hospital Central de la Cruz Roja. Es una piedra fundacional de la profesión enfermera en nuestro país. Facilitamos a continuación la descarga libre y gratuita del documento completo, aquí, obtenido gracias a la colaboración de la Biblioteca Histórica Marqués de Valdecilla de la Universidad Complutense de Madrid, que cuenta, por cierto, con la biblioteca personal del doctor cántabro Francisco Guerra. Tras la Revolución de Octubre de 1934, Teresa se marcha a París. Poco antes del golpe de estado la encontramos en Madrid al frente del Orfanato del Pardo. Durante la guerra protege no solo a los huérfanos, sino también a los seminaristas del cercano Convento del Cristo y a los niños de las Brigadas Internacionales. Escapa de Madrid a Valencia antes de que se completara el cerco sobre la capital y de aquí a París. En Francia sigue al cuidado de los niños hasta que termina la guerra en España y son dados en adopción a trabajadores franceses de Correos y Telégrafos.
Francia es ocupada por los nazis y Teresa regresa a España, no sabemos si por voluntad propia o entregada por la Gestapo, como parece más probable. Es encerrada en un campo de concentración de San Sebastián. Al salir abandona el ejercicio de su profesión.
Se entusiasma por la vida en el campo. Fallece en Valdemoro el año 1981.
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